A finales de los 90, Kellogg Company, un pilar de la industria alimentaria, estaba en parálisis. La prensa financiera la describía como "rancia" y "aletargada", con ganancias tan "empapadas como un tazón de hojuelas de maíz viejas." Las ventas estaban estancadas, los márgenes de beneficio caían constantemente y la confianza de Wall Street se había evaporado, con una caída del precio de las acciones de casi el 50% en un año.